Oscar Giraldo
LA PATRIA | MANIZALES
A Bobby, perro labrador de 10 años, le tuvieron que aplicar la eutanasia. Le encontraron una enfermedad degenerativa en sus huesos. Él fue el compañero del dragoneante Orozco en la cárcel de Manizales durante cuatro años. Lo recuerda con especial afecto, pues evitó que muchas drogas ingresaran al penal.
Orozco lleva 11 años y medio velando por la seguridad de los reclusos y sus familias. Su compañero, Martínez, cumplió 16 años en el Inpec.
Y aunque el recuerdo de Bobby sigue latente, hace dos años llegó Tata, una labradora negra que de algo sirvió para ocupar ese vacío. A ella la acompaña Tomás, labrador dorado y fiel amigo de Martínez. Un equipo periodístico de LA PATRIA conoció un día de labores de este equipo.
Esta pareja de guías caninos fue la encargada de asestar duros golpes en las últimas semanas a las mafias del microtráfico, que pretenden ingresar estupefacientes a la cárcel a través de mujeres y hombres, a quienes utilizan como correos humanos.
Los delincuentes cargan sus genitales con marihuana, bazuco, cocaína y drogas sintéticas.
Un día de juegos y trabajo
Cinco filtros deben pasar las personas que van a visitar a alrededor de 1.250 presos, que están hacinados (la capacidad es de 670). Es tal la incomodidad en el penal, que tuvieron que hacer un pico y placa, de modo que se dividan las visitas: los sábados van los hombres y, los domingos, las mujeres.
El caluroso primer domingo de diciembre fue el turno para esposas, madres e hijos. Un fin de semana en familia.
La tercera fila es quizá la más temida por las mulas, pues allí, atentos, las esperan Tomás, que tiene cuatro años y tres de experiencia como perro antidrogas, y Tata, de tres años, y con dos en este oficio. Sus guías dicen que para ellos es un juego.
Los perros se turnan entre filas de 11 mujeres, que llegan acompañadas de sus hijos esta vez. Cada una va tomando asiento bajo una carpa en una silla rimax, cerca de una cancha de microfútbol, e inicia el turno de Martínez y su compañero dorado. Ellos pasan por detrás de cada asiento y el perro huele con detenimiento desde atrás a cada persona, se mete debajo del asiento, vuelve a oler. Pasan limpias las mujeres.
Sigue una nueva fila y Tomás hace el mismo proceso. Mientras tanto, Tata se entretiene a pocos metros de allí con una pequeña pelota de hule, los niños se le acercan, juega con ellos, es dócil, la rodean cuatro pequeños y no muestra el mínimo signo de agresividad. Volea la cola, le gusta que la acicalen.
Sin embargo, la calma se ve interrumpida cuando Tomás empieza a ladrar, se sienta al lado de una de las sillas, mira fijamente a Martínez, se empieza a desesperar, se agita, ladra más. Señala con su hocico. Llaman a Tata para que saque de dudas a su compañero canino.
Empieza el recorrido de la negra. A la posible mula la cambian de asiento. Tata, más calmada y silenciosa, se detiene detrás de la misma mujer, de unos 70 años. La señora no se inmuta. Martínez la lleva a un salón en donde será revisada por una guardiana.
Tomás empieza a rondar por todo el lugar, deja su marca personal en la llanta de un vehículo, toma agua de un balde grande. Tata hace su recorrido con otras 11 mujeres. Siguen pasando sin otra alerta.
Regresa Martínez, y Orozco se retira con su acompañante. Pasan casi cinco minutos cuando Tomás, más exaltado que la primera vez, comienza a ladrar, pero parece que solamente sorprende del susto al equipo periodístico. Ni los menores se inmutan.
Tata está muy pendiente de los que juegan fútbol e intenta halar de su dueño, para hacer parte del juego, pero es hora de volver a trabajar, a verificar. Esta vez se trata de una joven mujer, quien sonríe nerviosa, parece que va a ser el primer positivo del día. La perra apoya las dudas de Tomás, olfatea con intensidad a la mujer. Otra que va para el cuarto de atrás con la guardiana.
Fue una falsa alarma, la mujer se devuelve rápidamente. Orozco explica que eso suele ocurrir porque una persona que esté impregnada de alguna droga también es detectada, aunque no acarrea alguna sanción.
Así pasan cuatro horas de labores de Tata y Tomás. Empiezan a las 8:00 de la mañana y a las 12:00 del día regresan a sus caniles. La labor está hecha. La primera mujer que pasó no volvió a aparecer. Los guardianes comentaron que no le hallaron drogas.
Debe ser que a eso se acostumbran, a saber que los caninos hacen su trabajo, pese a las miradas juzgadoras de las otras visitantes. Este domingo los traficantes probablemente no lograron engañarlos.
Son los novatos
Aunque estos dos perros son los menores en la cárcel de Manizales, no son los únicos. En su lugar de descanso hay tres antinarcóticos más, un antiexplosivos y un antidisturbios. A todos se les notan en las canas la veteranía. Rex, Bruno, Onix, Dexter y Simón completan el grupo, que trabajan menos, pero lo hacen, y la experiencia vale.
Orozco dice que es inevitable no cogerles tanto aprecio, empiezan a hacer parte de sus vidas. Cuando cumplen 10 años es hora de jubilarlos, para eso buscan a familias que los quieran adoptar y les den calidad de vida en sus últimos años, ellos hacen un seguimiento para asegurarse de que nada les falta, pero lamenta que no haya un espacio oficial para los perros jubilados. Al fin y al cabo son garantes de que la violencia en las cárceles no sea peor.
El entrenamiento de los perros dura tres meses, no son labradores de raza pura, lo que más buscan en ellos es que quieran jugar. Eso es suficiente para que se conviertan, en este tiempo, en el tormento de los traficantes. Su dieta alimentaria consta de purina de alta calidad y agua. Cada perro alcanza a comerse a diario 800 gramos de alimento. Una renta necesaria.
Intentan engañarlos con bolsas gruesas, con el vicio envuelto en látex, con las cápsulas impregnadas de café, de muchos olores, y aún así siguen ahí, delatando a los que buscan meter drogas a la Cárcel de Manizales.
En datos
En lo que va del 2014 detectaron:
1.678 gramos de marihuana.
745 de cocaína y sus derivados.
$2 millones 941 mil.
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