Señor, los jugadores del Atlético Nacional están moliendo fútbol de una manera evangélica: el pie derecho de sus atletas ignora lo que hace el izquierdo. Los muchachos tienen agallas y conocen su oficio. Pero parecen “rezaos” y/o sufren amnesia parcial de resultados. Eso los tiene tuteándose con el descenso. Y en fútbol los últimos nunca serán los primeros. Si le devolviste las “vistas” al ciego Bartimeo, debe ser pilao para ti devolverles la memoria a los jugadores. Para empezar, te pedimos la limosnita de meterlos entre los primeros ocho. Ya le pedí a la Chinca de La Estrella que nos dé una mano.
Amos y directivos vienen haciendo una tarea regular tres cuartos. Nacional vive una babel balompédica: necesitan un portero o un defensa, y traen un puntero o un aguatero. Me late, o sea, me guau-guau, que el Cristo se nos puso de espaldas desde cuando prescindieron del técnico Herrera porque Guio Moreno, un zurdo iluminado, sugirió en do menor que le pagaran mejor a quien los había hecho campeones. En menos que se persigna un pedófilo voló el dueto Herrera-Guio. ¡A la Organización se le respeta, carajo!
Los hinchas “del verde que te quiero verde” estamos pagando escondederos a peso. Vivimos un auténtico viacrucis. Estamos que hacemos uribista vaca para mejorar la burocracia balompédica. Señor, hablemos de soluciones: a quienes están al frente de la tienda verde, les podrías conseguir un sabático en euros en el gobierno de quien está empeñado en “expandir el virus de la vida por las estrellas del universo”. (Recuerda que la embajada en la FAO ya está ocupada).
¿Qué tal recuperar a los jugadores que tuvieron que salir como volador sin palo del club? Incluidos el técnico Herrera y Guío Moreno, o el mismo Dorlan Pabón, un señor crac que prefirió el asfalto a la zozobra de coleccionar madrazos cuando iba a la tienda a comprar huevos y leche para el desayuno. Pueden fichar al tatuado Dayro Moreno, el nuevo goleador del fútbol. Tranquilamente, el excéntrico tolimense, arma secreta del Once Caldas, se podría pagarse un tatuaje por cada gol de los 225 que ha hecho. Y como le da a sus uñas tratamiento de mascotas, podría pagar 20 manicuristas y pedicuristas para que le pinten las uñas de un color distinto.
En su pueblo, Chicoral, no se cambian ni por Dios mano a mano por cuenta del ilustre paisano. El municipio produce los mejores mangos, salpicones y empanadas de cuajada. El pueblo le dio nombre al Pacto de Chicoral que enterró una reforma agraria. Chicoral también produce diminutos zancudos que allí se llaman jejenes y que tienen esta particularidad: solo pican a los forasteros. Son tan pequeños que para verlos se necesita una versión bonsái del telescopio Hubble. Señor, creo que no te quito más tiempo. Yo veré.