Embebidos con la fiesta, el récord de Dayro, el invicto, la virtual clasificación, el alza de unidades clave y el trabajo técnico, muchos pasan por alto la precariedad en cantidad y calidad de la nómina de Once Caldas, y hasta de título están hablando.

Que se puede ¡claro! Más en una liga como la nuestra en la que Junior, por ejemplo, salió campeón el semestre pasado, después de entrar último y con problemas. O el deportivo Pereira que, en pleno proceso de liquidación, logró insospechadamente su primera estrella.

Pero, despacito. No se pueden ocultar las limitaciones, ni que en la tabla anteceden clubes nominalmente superiores, lo cual no significa que sea imposible, pues la realidad enseña lo contrario, hasta ahora: seis encuentros seguidos sin derrota.

Sin embargo, e independiente del exuberante banquete, se debe reconocer que, en las cinco victorias en línea, los rivales impusieron el fútbol y tuvieron mayor tiempo la pelota, pero fueron contrarrestados por el comportamiento defensivo, la actitud y la entrega del

blanco.

De allí que durante esa exitosa faena se mencionaran como protagonistas al cuerpo técnico, el nivel de los jugadores Aguirre, Palacios, Mateo, Arce y Dayro, y la actitud del equipo, aspectos sustanciales que deben prevalecer en la recta decisiva del campeonato.

La alegría del resultado lleva al paroxismo, se omiten detalles y se magnifica la campaña. Esto es apenas normal ante la posibilidad inobjetable de que la semifinal está a un cachito, pero no deben perderse las proporciones, y es prudente mantener los pies sobre la tierra.

Contra Pasto volvió el Once Caldas de fechas atrás cuando empezó la liga: sin rumbo, sin gol, y jugando a nada. Menos mal, se rescató el punto, que cuenta además para el descenso del año entrante. Ese león dormido en el que pocos se fijan, está ahí.

Flojo el juego en el estadio Libertad, que inclusive se pudo ganar, de no mediar la extraña decisión de Wílmar Roldán al ignorar una mano que era penalti. Ninguna justificación le cabe al colegiado: fue un error absurdo, inexplicable, con rasgos de absolutismo. Inentendible que Roger Torres no haya tenido minutos contra Alianza y Pasto. De figura, con tres asistencias de gol ante Bogotá, a suplente sin chances, mientras aguantan todo el partido a Gustavo Torres caminando, o a Beltrán titular, sin los méritos del santandereano.

Ese desempeño irregular de Once Caldas tuvo como aditamento, de nuevo, el discreto aporte de los extremos, las dudas en marca, la nula creación y la falta de contundencia, las mismas falencias graves que había antes del empezar la racha exitosa que se vive.

La cancha, el clima, el viaje, bueno, se podrán buscar miles de excusas, lo cierto es que hay que retornar a las maneras confiables, que aún sin la pelota y en ocasiones regalando el campo, se han observado en esta etapa reciente, cargada de emociones y dividendos.

La conmoción de Aguirre, que derivó en su salida a regañadientes, por encima del concepto médico, que podría calificarse de desacato, coincidió con la tranquilidad y seguridad que transmitió Mastrolía. Da la impresión de que el arco está perfectamente custodiado.

Para el juego contra Tolima, no estarán Palacios, líder joven de la defensa, por acumulación de amarillas, ni Riquett, ni Cardona, y temprano le llegará la oportunidad al ecuatoriano Stalin Valencia, la apuesta económica del presidente esta temporada.

Los grandes e históricos se reacomodaron tarde, no amenazan la presencia de Once Caldas dentro de los ocho, y este viernes, con un marco soberbio de público, ante el líder y candidato firme a la estrella, se podrá consumar el anhelado regreso al clan de los elegidos.

Hasta la próxima...