De los goleadores mejor es no hablar, menos de Dayro. Hace poco, en algunos medios promovieron osadamente que lo tocaran, con la tesis de una supuesta “Dayro dependencia” que, dizque le hacía daño a Once Caldas, y hasta plantearon que se jugara sin él.

El sábado contra Medellín iba mal hasta el minuto 89 cuando anotó el histórico 225. Le bastó una para terminar como héroe, lo que no sucede regularmente con los arqueros, por ejemplo, que si la embarran una vez, salen como pillos del campo de juego.

Dayro hace parte del grupo de elegidos, esos privilegiados que nacieron para triunfar, con varita mágica para transformar el drama en éxito, o cargados de vibraciones para provocar sensaciones colectivas de delirio en un deporte pasión de multitudes.

Cualquiera, viéndolo en el Atanasio, hubiera opinado que no era su día. Desaprovechó un centro de Cuesta que rechazó en vez de dirigirlo hacia el arco, y un par de asistencias de Arce, en las que falló por cálculo, amén de acciones individuales en las que se le vio torpe.

Pero es Dayro Moreno en estado de gracia, como el Once Caldas actual, todas les salen, y a un minuto del final, la gloria, el éxtasis, el récord, la celebración, el estallido a una sola voz del grito 225. Una no más, y empezó la leyenda.

Adlátere de la marca, y de esa historia de amor del 17 con su club, y con la hinchada, el nivel del portero Aguirre, hasta ahora, la gran contratación de la temporada, el golazo de Arce, una joya, y los tres puntos, oro puro para la clasificación.

Un triunfo con ramales positivos: se logró, remontando, y se tumbó un invicto de 20 fechas al Medellín en su patio, dominando el segundo período con personalidad y carácter, con un patrón definido, y ante cerca de 1.500 seguidores albos en la tribuna.

Mucho se debe al “Arriero” Herrera. El Once Caldas de hoy es el resultado de su trabajo, y el de sus colaboradores. Existe armonía, unión, están construyendo, aciertan en las decisiones, y prácticamente encontraron una nómina tipo, que sin ser la ideal, está optimizada.

Doce unidades, de los últimas 12 por Liga, cuatro victorias en línea, tres de ellas por fuera sobre Millonarios, Cali y Medellín. Cinco, si se incluye la de Copa contra Bogotá. Veintiún puntos en la tabla, con seis de ventaja sobre el noveno, y un sexto cómodo puesto, impensable hace un mes.

Si con 28 se clasifica, faltan siete para el objetivo, y hay 21 por disputar. La semifinal está al alcance, solo una catástrofe la evitaría, y aunque nadie está libre, por producido, tendencias, bajo nivel de la mayoría de rivales, y el alza experimentada, la apuesta es favorable.

Flojo partido en la etapa inicial, sin la pelota, la defensa insegura, y el DIM encima. Se adelantó a los 12, pero la expulsión de Anderson Plata al 27 marcó el punto de inflexión, imprudencia sobre Cardona (tuvo que abandonar) la penaliza el reglamento, y el mundo se les cayó a pedazos.

Raro que Herrera incluyera a Daniel Quiñones, sin ritmo y con perfil cambiado. Para el segundo tiempo reorganizó, sin excluirlo, metió a Patiño, sacrificó un volante de marca (Montaño), adelantó a Beltrán e impuso el hombre de más en el sector de volantes.

Billy Arce igualó con un “bombazo”, y el “Poderoso” se descompuso, sintió temor, se refugió, y le llegó el castigo, el 225 que celebró el país futbolero, y llenó la parrilla de la televisión colombiana con especiales en torno al crack manizaleño, nacido en Chicoral.

Hasta la próxima...