Siempre las finales de la Copa del Mundo son especiales, pero la de Qatar desbordó todos los límites por emociones, goles, calidad, definición, intensidad, y proeza de los hombres maravilla. Nada faltó, lo que claramente la deja como expresión máxima del deporte rey.
Un partido con seis goles, extra tiempo, resolución con lanzamientos desde el punto penalti, y cinco anotaciones de las mega estrellas del fútbol actual, no admite reparos, y pasará a la historia como el sumo del espectáculo de multitudes más grande del planeta.
Merecido título para Argentina, lo construyó, lo redondeó, y lo remató con prestancia, con ese orgullo, temple y categoría que los caracteriza, con un Messi inmenso, con complementos ideales, y un técnico joven sapiente, que esta vez puso el colectivo al
servicio de la selección.
Si alguna deuda tenía –no para quien escribe– la ´pulga’ pulverizó registros y logros que aumentaron su leyenda, y que lo ratificaron como el futbolista más importante de la historia. Solo le resta por conseguir la copa libertadores, pero fue que nunca la jugó.
De 2021 para acá obtuvo la copa América –nada menos que en Brasil, y frente al local– la Confederaciones, que es el duelo contra la vencedora de la Eurocopa de naciones (Italia), y el campeonato mundial. Son, en total, 42 títulos oficiales a lo largo de su carrera.
Completan esa galería, 4 champions league, 10 Ligas con Barcelona, 8 Supercopas de España, 7 Copas del Rey, 3 Mundiales de Clubes, 3 Supercopas de Europa, 1 Liga con PSG, 1 Supercopa de Francia, 1 Mundial Sub-20, y la medalla de Oro en los Juegos
Olímpicos.
Nació un años después de México-86, no vivió la gloria de Maradona, ni el ‘pelusa’ (qepd) lo vio coronarse en Qatar. Dos fuera de serie, dos elegidos –con sello argentino– que integran el Olimpo en una sociedad sesgada por el fútbol, hoy pletórica de júbilo, y de
nacionalismo.
Fue el tricampeonato para los argentinos, muy justo, por su pasión, por Scaloni, por ese puñado de muchachos que una vez más lanzan al mundo el mensaje de que, con amor propio, ímpetu, respeto por la camiseta, sacrificio y entrega, se logra hasta lo imposible.
Qué lejos estamos, y que bueno que los nuestros copiaran esas enseñanzas; que el fútbol de acá, tan lento, lleno de engaños, de artilugios y disimulos con tal de perder tiempo, con deportistas que viven en el piso, cambie, porque la verdad, el retraso es monumental.
Ni selección tenemos, y trabajo espera a Néstor Lorenzo para recuperar algo del pasado, partiendo de la mentalidad competitiva, que debería ser la base desde los clubes, hoy en manos de dirigentes y entrenadores, en su mayoría, sin la preparación adecuada.
A propósito, y después de valorar lo hecho por Argentina, y el bonito mundial que gozamos en época atípica, sin que se afectara y sin sustraernos porque es demasiado lo que mueve –basta con el ambiente en la final para entenderlo– un poco de la realidad de Once Caldas.
Cerca de seis mil abonos a la fecha, reflejan la sintonía del público con el equipo, principal motor de entretenimiento en la ciudad, y ese sentimiento en el corazón, irrenunciable y único, que no se negocia, y que pasa sobre las pésimas campañas, y las malas decisiones.
Cinco refuerzos, Correa, Sherman, Dayro, Pajoy y Jiménez, más el regreso de Lemos, y posiblemente un sexto, dan confianza, así haya incertidumbre respecto a una orientación técnica sin margen de error, y que debe entrar con matrícula condicional.

Nota: Esta columna, por temporada de fin de año, entra en receso hasta después de ferias. Mil gracias a La Patria, a su director, a sus colaboradores, y por supuesto a Ustedes, los lectores. ¡Felices fiestas! en familia, que Dios los ilumine siempre, y hasta la próxima…