De la Selección, renovación lenta y refrescante, con expectativas. Triunfo con saldo reducido, sin sufrimiento, sin imponer la autoridad con diferencia amplia en goles, en el primer partido ante Venezuela.

En el último, ante Chile, sin juego, con desempeño discreto, empate incómodo, en pésima grama. Con el libreto de Lorenzo discutido por lo complejo, Colombia ni pudo, ni quiso.
Empate válido en condiciones normales, por ser visitante, delirante para los resultadistas. Al borde de la derrota, cuando afloraron las debilidades defensivas. Poco vistoso el fútbol exhibido, sin pausas e impreciso en la elaboración y limitado en la definición.
Lo relevó el técnico con la transformación de su nómina, para hacerlo más pausado e improductivo, porque lento, muy lento, fue el remate del partido.
Qué mal se movió el banco de relevos. Triste es ver el ocaso de los talentosos James y Quintero, trotones, pesados, empeñados en sobrevivir sin trascendencia, exponentes de una vieja guardia en declive.

Oxígeno puro
El Once Caldas, acostumbrado a instantes sublimes y a pasajes depresivos, celebró como un título el triunfo ante el Pereira.

Fue refrescante, oxígeno puro para las angustias en la tabla. Atrapante por los efectos emocionales de los hinchas, la rivalidad histórica, la autoridad en el trámite, en estadio ajeno, con golazos extraídos del recetario inagotable que como artillero caracteriza a Dayro Moreno.
Sin brillar, sin llegar al tope sostenible en el rendimiento, el Once jugó como se debe, al enfrentar un clásico. No fue insaciable su apetito de triunfo, pero sí una desbordada muestra de compromiso colectivo, solidario, con mentalidad ganadora, sin patadas tramposas, pérdidas de tiempo, ni alardes técnicos innecesarios.

Supo el entrenador afrontar las ausencias forzadas por lesiones, las convocatorias a la selección alternativa o por bajo rendimiento.
Sin Correa, Piedrahíta, García y Quiñones. Salvo Alejandro, los demás están bajo escrutinio, sin aprobación general. Con Cardona, Acosta y Riquet como impecable aporte a la solidez de la defensa, en la que se destacó Torijano por su aplomo. Irregular nivel de Miranda y Lemus, algo acostumbrado, pero con Dayro, Arce, Montaño y Valencia, de valiosa aportación este último, como relevo.

El Once trabajó el partido desde el comienzo hasta el final. Bajo ninguna circunstancia un futbolista parado en la cancha, desentendido del juego o "haciendo la siesta".

Concentración y despliegue físico, para contrarrestar las conocidas carencias técnicas.
Días felices en la victoria celebrada por lo influyente, para redimir la irregular campaña, que no encuentra continuidad en los buenos resultados. Con recelo frente a los próximos partidos.