Cuando se agotaba la paciencia por los resultados, la tolerancia del público llegaba al límite y las fórmulas para sacar al Once Caldas del atasco futbolero eran caducas e improductivas, un viraje en la gestión de la nómina, con criterio selectivo en los fichajes, elevó la temperatura en la antesala de la Liga.

Un buen equipo ha conformado la directiva no solo para alejarse del descenso sino para competir con ambiciones.

Euforia en la presentación. Y en el anuncio de los futbolistas adquiridos, quienes, pese a la edad, auguran un buen rendimiento por su reciente pasado en las canchas, su capacidad y su experiencia.

Sin embargo, lo importante está en la competencia, en la que se evalúan comportamientos y calidades de los futbolistas elegidos y el modelo de juego preferido por el entrenador.

Hay optimismo entre los aficionados con un propósito liberador frente a la pobreza exhibida en los últimos años, a pesar de que el calendario al comienzo se ve cuesta arriba. Algo que en realidad no preocupa. Los partidos son para dominarlos y ganarlos. No olvidemos que, de vencer en casa, hay ya una garantía de clasificación.

El entrenador, sigue bajo sospecha. En el pasado, en su afán de rehuir responsabilidades había señalado al público, a los periodistas, a los futbolistas, a la cancha y por último a los directivos por los males del equipo. Algo injusto. Por eso lo ahorcaron sus discursos que parecen sugeridos por su peor enemigo.

Imperativo es ganar. Hay material para gestionar los triunfos, sin importar los efectos que con ello tenga la continuidad del señor Corredor. El Once está por encima de cualquier consideración al respecto. El club es prioridad, por encima de quien lo dirige.