El empate para el Once Caldas en el clásico es un alivio como estímulo, aunque mal andamos. La mejoría se aprecia por lapsos, pero es inconstante. No es obsoleto el libreto, lo son las ideas de los jugadores, por la inseguridad que transmiten y su nerviosismo frente a la pelota.

No se juega desde la técnica que escasea, sino desde el orden, las aplicaciones tácticas incipientes y desde el esfuerzo.

Se afirma en el fútbol que por el centro atracan, como referencia a la arriesgada salida con pases, por el medio de la cancha en el primer tercio.

Lo desconoce Gallardo en el Once Caldas. Su error, para el primer gol, puso a patinar a sus compañeros, a remar río arriba todo el partido. Su inefectividad enfadó a los aficionados y a los entrenadores que lo relevaron.

Poca cosa hay en su fútbol.

El empate no representó un cambio rotundo, el que la gente espera. La igualdad con el gol de Correa, sacudió la presión, pero no alejó el pánico por la tabla.

El partido, no apto para el disfrute sino para el sufrimiento, fue un acto de resistencia, sin ahorrar esfuerzo. No hay empatía con la pelota.

Pereira no tuvo su fútbol, el que caracteriza a su técnico, Alejandro Restrepo. Apeló a la marrullería prefabricada, con faltas inexistentes, ganando tiempo o buscando penaltis, lo que exasperó el ambiente.

En el Once Caldas es evidente la incapacidad de llenar espacios favorables con el balón, su tenencia es improductiva, inefectivos son los pases en ataque, obstinada la búsqueda de Dayro como única opción de gol y de Sherman como solitaria fórmula creativa.

De Dayro en el partido, nada. Aferrado a su persistencia, enjaulado entre defensores, desesperado, tan lejano a sus momentos placenteros cuando era el eje único del ataque lo que rubricó con goles de todas las facturas. El precio de sus desmanes se ve en el deterioro de su físico. Quiere el gol, pero no tiene puntería. Sus regaños constantes, sin justificación, hacen daño a sus compañeros y generan repulsa. Si soy la victima de sus improperios, no le paso la pelota. Por todo esto, pide a gritos la suplencia.

El juego lo sostuvieron Correa y Quiñones, quienes lideraron la faena para la igualdad. Lo dieron todo.

Aportó el técnico con sus variantes, moviendo jugadores de un lado a otro, buscando extremos de banda, como Araujo, en la desesperada lucha por darle vida al equipo. Está metido en tremendo lío para lograr sus objetivos, aunque su trabajo, hasta ahora, no genera sospechas.

P.D.: Nunca el cuerpo técnico del Once Caldas habló con el delantero Agustín Vuletich, buscando su llegada, ni con Giovanni Moreno. El primero no tiene gol y el segundo, veterano, talentoso, de alto salario e inactivo como tantos que fueron contratados. No sé por qué tantas mentiras.