El goleador sin problemas con el BAR y las mil opiniones por su vertiginosa vida.

El gol es la cosa más bella del fútbol y no está al alcance de todos. Sin él, el juego se vuelve vulgar. En Dayro Moreno, el gol pasa por sus venas y le da distinción. Sabe bien que "un partido sin gol es como una tarde sin sol".

Con Dayro, la muchedumbre caldense es feliz. Y como negarse a serlo si, como mariscal de campo en el Once Caldas, Dayro le puso el pecho a las balas y goleo hasta su récord histórico, cuando acosaban las zozobras.
Pasó a ser como artillero, el mejor antidepresivo para la afición y el soporte de la campaña que enderezó el camino y apunta a la clasificación, con escuderos que ganaron con lujo el reconocimiento, Como Arce, Cuesta, Torres, Mateo García, Aguirre y Palacios.

Su recorrido por la historia del fútbol ha pasado rápido, con profunda huella, con estadísticas indiscutidas por su insistencia obsesiva frente a las redes, hasta convertirse en ídolo y en la marca de identidad del Club.

No ha sido difícil para él el costo de la consagración, la que busca con naturalidad porque tiene el olfato del artillero, la auto exigencia en la cancha y el deseo de golear y ganar. Sabe combinar el arte de anotar con la rumba para celebrar. Se goza su vida.

Sus retos no miran el pasado. Ya no tiene como objetivo a Galván Rey, quien es historia. En su óptica ambiciosa están Falcao y Aristizábal, con sus récords, los que, frente a su frecuencia goleadora, no son difíciles de alcanzar.

Va rumbo a los cuarenta y parece de 20 al entrenar, jugar y correr.
Admirable es como atleta. Con un físico envidiable que le garantiza rápida recuperación después de los esfuerzos. Las noches de parranda las sobrelleva con altas dosis de entrenamiento de calidad. En las noches el perreo, en las canchas, un toro.

Su vida dispersa no afecta su ebullición porque los goles lo liberan con indultos permanentes de los hinchas. Siempre silencia a los rivales y agita a su favor y el de su club, el ruido ambiental.

Dayro no esquiva las polémicas. Es rockstar. Su mente se pasea en una burbuja, a veinte metros del piso, donde su vida no es igual a la de cientos de fans que le siguen y le aplauden sin importar la periferia de su vida... saben que su vida es el gol.

Es genuino el amor desde la grada. Por algo ha jugado cinco veces en el Club. Y por algo su proclamado sentido de pertenencia a la ciudad, a la afición y a la camiseta que lo lanzó siendo muy joven y lo respalda en estos momentos efervescentes de su registro único como goleador.

Admirable es su inacabable deseo de proyectarse a pesar de su edad. Multiplicando sus exigencias en el terreno de juego, como inspiración.

Goleador con cálculo, con precisión, sensible es su golpeo en el área. Amigo del gol y del balón. Abre los caminos a la red, con habilidad para moverse en los espacios reducidos, los que con eficacia sabe explotar.