La decisión del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, de recomponer los nexos económicos con Cuba y empezar el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre los dos países es una noticia que cambia radicalmente el curso de la historia. El significado de este viraje es de gran relieve para América Latina, región del mundo que durante cerca de 50 años ha sentido el influjo directo de la tensión entre Washington y La Habana.
Celebramos que el presidente norteamericano haya dado este paso, del que se espera que Cuba reaccione ejecutando toda una serie de acciones que lleven al establecimiento y desarrollo de un sistema democrático que no solo beneficie a los cubanos, sino al mundo entero. Como bien lo dijo el mismo Obama, si durante poco más de medio siglo las medidas de bloqueo no dieron los frutos esperados, sino que más bien perjudicaron a ambos países, lo sensato es ponerles fin y buscar los caminos del entendimiento.
Tanto la idea del embargo a Cuba como la de la revolución castrista hoy son totalmente obsoletas y fracasadas, y es el momento para tratar de ver el futuro de otra manera. De muy poco ha servido aislar al país caribeño, o más bien eso solo le ha servido a la familia Castro para justificar su permanencia en el poder. Para los cubanos han sido años muy difíciles, y ya era justo que empezaran a tener una válvula de escape que les permita insertarse en la modernidad y tratar de obtener niveles de desarrollo a la par con el resto del mundo.
Este cambio de posición de los Estados Unidos, en la que es necesario destacar la actuación del papa Francisco como mediador, debe implicar un mayor compromiso del gobierno cubano para hacer una apertura para las libertades ciudadanas, con un respeto a toda prueba a los derechos humanos y el rápido avance hacia cambios políticos más participativos, más democráticos, donde los opositores puedan expresarse libremente, sin temer a ser torturados, encarcelados o perseguidos.
Es entendible que los cubanos en el exilio no vean con buenos ojos el anuncio de Obama y de Raúl Castro, pues durante 50 años han sufrido con un régimen que les rompió las familias, que los dejó sin patria, pero las nuevas generaciones tienen derecho a regresar sin prevenciones a la tierra de sus padres y abuelos, y el mundo entero tiene derecho a que los lugares en los que reinan las tensiones y las guerras se conviertan en espacios de paz y entendimiento. Es el momento de darle la oportunidad a una iniciativa que podrá echar a un lado un pasado doloroso y oscuro.
Desde el resto de Latinoamérica hay que ver la determinación de Obama como un paso firme de compromiso con todo el continente, como una acción que tendrá influjo en el porvenir de toda la región. Desde el punto de vista del gobierno cubano es un mensaje claro de que, al parecer, han tomado conciencia de que las ideas trasnochadas del comunismo ya no tienen cabida y que los totalitarismos fueron solo una fiebre pasajera que ya superó el mundo. En el caso concreto de Colombia, para las Farc y el Eln es un mensaje de que la paz se firma ya, o no se firma.
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