Es indignante, por decir lo menos, ver a Teodora llevada como una princesa hasta La Habana, a reunirse con sus camaradas farianos en calidad de víctima. ¡Qué tal! Las evidencias de los vínculos de "La Negra" con las Farc son inmensas; los registros de su participación y colaboración en innumerables delitos cometidos por esos terroristas han sido puestos al descubierto desde hace mucho tiempo, hasta el punto de producirse la sanción impuesta por la Procuraduría General de la Nación; la complicidad con algunos secuestros y otros delitos no menos graves quedó expuesta al descubrirse algunos de los archivos de ese grupo criminal. ¡Y hoy Santos la premia con este descarado reencuentro público y desafiante! Ahora resulta que los colombianos le tendremos que pedir perdón a Teodora.
El Gobierno Nacional ha venido cediendo en todo lo que las Farc exigen y, en medio de contradicciones, recules, incoherencias y mentiras, está convirtiendo en víctimas a los peores victimarios, tal y como ellos lo han anunciado y se lo han impuesto.
Y suenan entonces vientos de ignominia cuando se abre la posibilidad de que Simón Trinidad sea liberado, lo que significaría uno de los mayores retrocesos en la lucha contra la criminalidad, el narcotráfico y el terrorismo que dio Colombia, exponiendo la vida de sus mejores hombres, y consiguiendo triunfos significativos de reconocimiento universal.
Hoy se nos presenta además la figura del "cese unilateral" como otro acto de reconciliación, paz y benevolencia de los terroristas, cuando en verdad no es más que otro sofisma para obligar a que nuestra Fuerza Pública deje de ejercer presiones en su contra, y se les despeje la totalidad del territorio nacional para que se reorganicen y puedan transitar libremente con sus armas, sus narcóticos y sus secuestrados. Porque el hecho de anunciar un "cese al fuego unilateral indefinido" y a renglón seguido amenazar con que el mismo se levantará si la Fuerza Pública cumple sus funciones constitucionales, no puede significar más que otro de los engaños urdidos a varias manos entre los dos bandos: los terroristas que dominan desde Cuba, y un Gobierno doblegado, cómplice, dadivoso y connivente.
Y mientras se rodea de impunidad a los peores delincuentes colombianos, se ejerce la persecución judicial a quienes se han atrevido a hacerle oposición a un Gobierno que baja en popularidad, a pesar de tener arrodillada a gran parte de la prensa y de haberse aliado con diferentes medios que le sirven de límpido social. Persecución judicial que, por demás, deja muy mal parados a nuestros órganos de control y de justicia y en seria evidencia de que su independencia ha desaparecido, para pasar a volverse parte de unos poderes ocultos, perversos y totalmente inmorales.
Este ha sido -lastimosamente- un año particularmente exitoso para los enemigos de la patria. Ha sido un año en el cual, además de que el terrorismo ha tenido a su disposición una permanente vitrina mediática mundial, se ha sabido posicionar como el poder detrás del trono y como el que pone las condiciones, dispone de las decisiones y ordena las acciones.
¡Qué tristeza! Nos vamos devolviendo en el tiempo y cada día que pasa retrocedemos en una lucha que hasta hace muy poco se veía con posibilidades de triunfo. Con cada decisión del Gobierno Nacional las Farc ganan terreno; sus cabecillas consiguen reconocimiento y espacio; sus aliados se envalentonan y se vuelven más desafiantes; y el pobre pueblo colombiano se siente más impotente y oprimido. Es el producto de una alianza macabra rodeada de misterios, secretos, negociaciones ocultas y tratos desbordados de los cuales no se ve sino una estela apestosa de impunidad y absoluciones de hecho, que terminarán en una amnistía direccionada o en la entrega del poder a los delincuentes que nos destruyeron el pasado, nos aguaron el presente y nos oscurecen el futuro. Repito: este ha sido un buen año para el terrorismo colombiano; y serán tal vez los únicos que podrán pasar una feliz Navidad al amparo de sus aliados en el Gobierno Nacional.
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