A sus primeros 78 años, el Papa que se ganó la mayúscula, sigue dando la impresión de que fuera un vecino del ascensor, el compañero de pupitre, el que calienta banca en el parque como cualquier pensionado; un poeta de versos malos que monta en metro o en papamóvil de pedal, como el que utilizó en Río donde le robó todo el protagonismo al Cristo del Corcovado. Francisco parece uno más como uno más del directorio telefónico.
El che Francisco le quitó misterio al oficio de pontífice. Seguramente se carcajeó cuando leyó lo que decía su paisano Borges: "El papa es un funcionario que no me interesa".
Nos hace sentir como si el sucesor de Pedro fuera uno. Tiene pinta de abuelo proxeneta, como todos los del gremio. San Pedro, su remoto antecesor, y quien se sacaba el chicharrón de la boca para negar a Jesús, debe estar en choque.
Aunque los dos se parecen en que son gozones, vaciladores y tal. (Pedro decía: ¿Cómo creer en una persona que no sabe nadar pero aprendió a caminar sobre el agua?).
De pronto nos podríamos encontrar a Francisco en la biblioteca pública leyendo periódicos y revistas. O echándole un piropo virtual a alguna mina (mujer). (A los papas no les está dado pecar ni con las ganas del prójimo, pero a Francisco se lo perdonaría).
Llora lágrimas de carne y hueso. Berrea viendo pasar un cúmulus nimbus. O un pobre. No le escurre el bulto a ningún interrogante. Qué queridura de tipo, y perdón por la igualada.
La comunidad gay no le daña la comunión. "¿Quién soy yo para juzgar a los gais?", se preguntó en una rueda de prensa en el avión, de regreso a casa. Que no lo oiga el procurador Ordóñez porque lo empapela. Y hasta le revoca el mandato.
Estábamos acostumbrados a papas inspirados por el Espíritu Santo. Francisco parece dateado también por su paisano Santos Discépolo.
Como todo argentino, es un hombre de beso fácil. Desde siempre, ser argentino y besar son sinónimos. ¡Un fenómeno!
Con la línea que ha tirado Francisco, los cardenales tienen la vanidad a raya. En vez de mocasines están que se pasan a vivir a las sandalias del pescador para no ganarse un baculazo del jefe. Ojalá el Papa no haya renunciado a la buena mesa, uno de los privilegios de los purpurados.
No lo veo excomulgando a nadie. Francisco parece estrenando puesto siempre. Se ve que disfruta lo que hace. Está utilizando el papado para poner de cabeza la Iglesia.
A uno le provoca pedirle plata prestada. O invitarlo a comer un buen bife en casa. Aunque mejor no, de pronto acepta y se va toda la mesada pensional y cualquier rebusque adicional.
Me habría gustado ser un papa como él, de lavar y planchar. Es de los que no se enfermará de la importancia inherente al cargo.
El Messi o Maradona de Dios camina con el tumbao que tienen los papas sin ínfulas al andar. Es una jaculatoria que sonríe. ¿Qué tal el maletincito de dos pesos que lo acompaña?
Ojalá esté preparando el camino para introducir ajustes en la Iglesia. No es sino que suelte la rienda y permita el casorio de curas, mujeres papisas, los anticonceptivos, y considere que meterse un cachito de marihuana no sea pecado. La sacaría del estadio, como dicen sus colegas, hinchas del San Lorenzo de Almagro.
Al paso que vamos, el padre Francisco, como le dijo un bacán en Río, nos hará olvidar de Borges, Cortázar, Gardel, Les Luthiers. Y lo peor de todo: de Mafalda. ¡Santo Dios!
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015